1
82
H Esteva. Reflexiones sobre la formación del cirujano torácico. Rev Argent Cirug 2015;107(4):181-4
teriores. En una, la redacción acerca de las virtudes
y defectos de su residencia previa en Cirugía General
permiꢀó diferenciar con precisión los caracteres de dos
postulantes muy parejos.
Este proceso es de seriedad extrema. No solo
el equipo evalúa al postulante a través de él, sino tam-
bién el Servicio es evaluado por el postulante y ayuda a
su decisión de elegirlo.
En nuestra División hemos admiꢀdo un resi-
dente cada dos años. La razón para esto fue siempre
la canꢀdad de operaciones que es posible ofrecer en
un hospital que solo funciona de manera completa du-
rante las mañanas. El residente que cursa el tercer año,
casi exclusivamente académico, colabora con su suce-
sor. Cuando en una oportunidad se redujo la oferta de
operaciones a raíz de una larga sucesión de conflictos
gremiales del personal universitario, nos hicimos res-
ponsables de prolongar un año más la formación del
residente, manteniéndole su beca.
de esꢀmar con precisión sus alcances y sus límites.
La evaluación de la capacidad del residente
se hace día a día. Pero, además, hemos realizado reu-
niones semestrales de todos los miembros del equipo
médico para calificar según pautas preestablecidas los
conocimientos y las habilidades, pero también el modo
de relacionarse con colegas, subordinados y pacientes.
Además, la acꢀtud y el carácter. Esto úlꢀmo dio lugar,
en una oportunidad, a que no promoviésemos a su
segundo año a un residente que demostró no tener
la personalidad adecuada para desempeñarse como
cirujano, a pesar de contar con otras buenas cualida-
des humanas y profesionales. Una decisión así, siempre
diꢂcil y siempre delicada de tomar, es responsabilidad
ineludible del director de un programa y como tal la he
asumido.
Oferta cuanꢀtaꢀva
Un Servicio que quiera formar especialistas
debe estar en condiciones de ofrecer a los educandos
un número básico de operaciones. En primer lugar, hay
que estar dispuestos a que, en la gran mayoría de los
casos, ꢀenen que ser ellos quienes actúen como ciruja-
nos y los médicos de planta quienes los ayuden. La ac-
ꢀtud del que ayuda debe ser en esos casos la de un do-
cente: no puede ni mantenerse pasivo ni “apoderarseˮ
de la intervención.
Educación, entrenamiento y evaluación
Como por definición implica el concepto de
residencia, la nuestra consꢀtuyó una forma de otorgar
responsabilidad progresiva y supervisada al educando,
tanto en la prácꢀca clínica como en la quirúrgica. Las
operaciones fueron siempre ayudadas por un médico
de planta, incluido con mucha frecuencia el Jefe de Ser-
vicio, y solo se autorizaron intervenciones de pequeña
o mediana envergadura (colocación de drenajes pleu-
rales, traqueostomías) llevadas a cabo exclusivamente
por el residente a medida que fue demostrando poder
desempeñarse sin otra colaboración.
Hemos publicado las cifras pormenorizadas de
las intervenciones realizadas por residentes de ambos
sexos formados en nuestra División de Cirugía Torácica
2
entre 1996 y 2006 . La acꢀvidad se desarrolló en simi-
lares términos hasta 2012, año en que dejé el Servicio
por jubilación. El número total de operaciones media-
nas y mayores en que parꢀcipó cada uno como ciruja-
no osciló entre 100 y 150. Cada uno realizó, además,
entre 50 y 100 broncoscopias diagnósꢀcas y terapéuꢀ-
cas (flexibles y rígidas). En su primer año alcanzaron las
cifras requeridas por la Sociedad Argenꢀna de Cirugía
Torácica para acreditar la especialidad. Al cabo de los
dos años las habían superado en un 50 a 100%, según
los casos.
Sin realizar guardias acꢀvas, que en nuestro
hospital estuvieron siempre a cargo de los residentes
de Cirugía General, el residente de Cirugía Torácica de-
bió permanecer de guardia pasiva siempre, de modo de
concurrir a colaborar con cada caso de la especialidad
que pudiera presentarse en la urgencia.
Desde el comienzo de su formación supo que
se consꢀtuía en eje del Servicio y se mantuvo en per-
manente comunicación con el jefe. Creo que las llama-
das telefónicas para comunicar novedades pueden ser,
si se les presta debida atención y se las emplea como
herramienta docente, tan eficaces como las revistas de
sala para ayudar al educando a pensar y a resolver.
Pracꢀcamos una educación “tridimensionalˮ
Paralelamente, todos aprobaron el Curso
Anual de la Sociedad Argenꢀna de Cirugía Torácica, ini-
ciaron su Carrera Docente en la Facultad de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires, parꢀciparon en la
presentación y publicación de por lo menos dos traba-
jos cienꢁficos y, en general, visitaron Servicios de Ciru-
gía Torácica en el exterior del país.
de los residentes. Esto es, acꢀvidades clínicas, en-
doscópicas y quirúrgicas. Solo quien tenga esa vi-
sión completa de la patología torácica puede com-
prenderla y manejarla adecuadamente; de ahí las
carencias de algunos especialistas que estrechan su
mirada dirigiéndola exclusivamente a una parte. Por
lo demás, la indicación y la confección adecuada de
los tratamientos quirúrgicos solo pueden llevarse
a cabo conociendo y habiendo realizado por mano
propia las demás evaluaciones y terapias, de modo
Nunca he insisꢀdo en la preparación de clases
teóricas. Sí, en cambio, en la presentación y discusión
de casos en diversos Ateneos, habitualmente interdis-
ciplinarios, apoyados bibliográficamente. Además, creo
que la planificación de casos en las reuniones de equipo
y su seguimiento en las diarias revistas de sala con el
Jefe de División ꢀenden mucho más a una correcta for-
mación teórico-prácꢀca, basada en los enfermos, que